Si bien los contextos sociales culturales y políticos, han abierto ampliamente los caminos para eliminar la segmentación de géneros, en las épocas renacentistas y del neoclasicismo  la ética y la moral regían por completo los comportamientos asociados a  la personalidad de cada individuo. Las mujeres según Vives[1]  “identificaban  "la virginidad, la belleza, la abstinencia y los deberes matrimoniales" como los pináculos de las virtudes de la mujer”[2], lo cual conlleva a las representaciones femeninas, como seres puros, castos y de buena voluntad reflejados en las obras pictóricas alusivas a las Madonnas.  

 “En el Renacimiento la figura femenina, es admirada por sus hazañas y virtudes, por lo que resulta muy excitante y atrayente. Hay un replanteamiento en cuanto a su posición, a través de textos clásicos y religiosos. Y se idealizó hasta hacerla irreal.”